Steven Spielberg regresa con una nueva película en la que Tom Hanks es el protagonista. El director pareciera ser dos directores en uno: hay un Spielberg que recrea situaciones para dar vida a E.T. El extraterrestre, Tiburón, Parque Jurásico; y hay otro Spielberg que construye personajes para contar una situación o historia como en La lista de Schindler, Lincoln, La terminal, y la recién estrenada Puente de Espías.
El director nunca ha escondido su obsesión con la historia contemporánea, especialmente con los años transcurridos a mediados del siglo pasado. Por sus raíces judías, ha sido acusado por grupos defensores de cualquier causa que ataque a los norteamericanos y a los judíos, o a ambos a la vez. Sin embargo, su extensa obra es seguramente su mayor defensa.
Tom Hanks como Jim Donovan |
La historia transcurre durante uno de los más difíciles años de la Guerra Fría (1957). Tom Hanks es un prestigioso abogado de seguros, llamado Jim Donovan, que se ve en la difícil situación de servir como abogado a un espía ruso que ha sido capturado, Rudolph Abel (Mark Rylance). La tarea es complicada porque como en muchos juicios públicos de nuestro tiempo, el acusado está condenado de antemano, y buscan a Donovan solo para que haga su papel de defensor sin mayor implicación.
El problema viene cuando Donovan se implica, y decide que impedirá la pena de muerte, porque la condena es lógica pero la pena de muerte no, puesto que en lo sucesivo algún espía norteamericano podría caer en la misma situación en Rusia, y así tendrían alguien para negociar un canje. El tiempo termina dando la razón a Donovan, y la CIA lo busca para lograr el canje de los detenidos.
Durante el canje, Tom Hanks toma posesión de la película con una maestría que no sorprende, porque ya lo hemos visto hacerlo antes. Su mayor grandeza es que Donovan no es el náufrago, no es Forrest Gump, es simplemente Donovan, es una actuación de rigor, de control, de vieja escuela que se agradece. Sin embargo, el tema actuación adquiere otro nivel en las escenas que comparten Donovan y Abel mientras están en la cárcel preparando la defensa. En estos tiempos en que tantos actores se disfrazan para entretener y llamar la atención, estos dos titanes se desnudan y con menos hacen más, solo por esto la película vale la pena, porque si bien Spielberg siempre me ha parecido un buen narrador, no me había parecido un destacado director de actores. En Puente de Espías puede dar por visto este aspecto.
Abel y Donovan dando una master class de actuación |
La parte que se desarrolla en Alemania tiene un sentido estético pertinente, con filtros que enfrían la realidad y dan una sensación de tensión y miseria poderosa. La película es un poco larga hacia el final, y un poco redundante en la etapa de las negociaciones, aunque este aspecto no la desmerita.
He leído críticas a la película, quitándole mérito porque se ve Estados Unidos radiante y Alemania decadente. Es cierto, pero dudo que un país que estaba construyendo un muro para dividirse porque no se entendían se viera mejor después de dos guerras, que un país en plena bonanza y desarrollo.
También he leído críticas que acusan a Spielberg de manipular la historia a través del cine, para aupar el americanismo. Bueno, primero, no es Estados Unidos el único país que hace eso, como tampoco es el único que espía. Segundo, como dije antes, Spielberg no ha negado nunca sus ideas históricas o políticas, así que cada quien sabe a lo que va cuando ve una de sus películas. La película trata sobre el abogado Jim Donovan en una situación determinada que el director decodifica del modo que le es posible. Por supuesto, que habrá versiones distintas, pero eso no hace inviable la película.
A fin de cuentas, una película es ficción, es una interpretación, no un documento notariado. Deshonestos son los directores que ocultan sus ideas y fuentes de financiamiento, se disfrazan de imparciales y hacen películas sobre el narcotráfico como las de Oliver Stone, sin ninguna prueba que lo avale, y aseguran que están basadas en la realidad. Deshonesto es Michael Moore, que sustenta medias verdades contando las partes de la historia que le convienen.
Es posible que algunos críticos odien que Spielberg ame a los Estados Unidos, entre ellos, muchos críticos latinoamericanos que se babean por sus países. Lo que no pueden negar es que mientras nuestra región está pendiente de próceres del siglo XVIII, otros países encuentran héroes en hombres más parecidos a los de su tiempo sin caballo y sin espada.
Puente de Berlín |