En el mundo hay dos tipos de personas: los que han subido el Everest, y los que no; los que han logrado llegar a la cima, también se dividen en dos: los que han logrado regresar con vida, y los que no. Este es a grandes rasgos el argumento central de la recién estrenada película de Baltasar Kormákur.
La película está basada en la historia real de Rob Hall, un experimentado alpinista, que dirige una compañía que se encarga de guiar a grupos de escaladores a través de la montaña. No garantizan que llegarás a la cumbre, pero es lo más cercano a una asesoría en caso de que ya no sea seguro seguir, o las condiciones sean adversas.
Grupo de escaladores de Rob Hall |
El grupo de clientes que acompaña a Hall en esta ocasión (1996) es bastante nutrido. Lo acompaña un hombre de negocios, un periodista, un trabajador común, una mujer que ya ha subido las seis cumbres más altas y aspira subir esta para completar el ciclo, y otros personajes que van tomando importancia más por su desempeño durante la escalada, que por su historia.
La cuidada propuesta del director es lo más parecido a la idea fundamental del cine: llevar al espectador a sitios que no puede ver, a vivir vidas que no puede vivir, a tener experiencias que no sabe ni que existen. En esta aventura, se pueden disfrutar las actuaciones al límite de Jason Clarke, Josh Brolin y Jake Gyllenhaal. El casting se suma a los aciertos de la película, así como sus diálogos y, el balance entre la acción y el trato humano a los personajes.
La película es inspiradora, trágica y real. Atraviesa momentos de tensión y alarma como cuando dos grupos se cruzan en lo alto de la montaña y se forma una congestión en medio de condiciones muy adversas. Todo el panorama con su desenlace, deja en el aire una pregunta sencilla -como casi todas las preguntas importantes- ¿Por qué quieren escalar el Everest? ¿Qué buscan? ¿Reconocimiento? ¿Gloria? ¿Evasión? Para algunos es una meta, para otros una obsesión por la que corren cualquier riesgo, afrontan cualquier adversidad con tal y pararse en la cima del mundo.
Lo más seguro es que cada persona tenga su propio Everest, su propia obsesión por la que sería capaz de todo, por la que se enfrentaría a cualquier cosa. La diferencia es que los personajes de esta historia saben cuál es su obsesión, saben que será muy duro, y que cualquier cosa puede pasar. Ellos saben que la única fuerza más poderosa que la voluntad es la naturaleza, esa es la apuesta, descubrir quién tendrá la última palabra.
La meta no es el final del camino, es la mitad |
La majestuosidad de los paisajes es parte de la experiencia |
Me gusta su comentario. Me gusta su blog. Me gustan sus propuestas conceptuales (y aunque no me gusten, me gusta el blog). Bien. Un asunto. Hay "pasiones" de ética discutible. El exrey español podría decir que mata elefantes por pasión y qué. El otro día me asombró la cantidad de tarros de oxígeno que ahora rompe la pureza de la montaña. Solo un detalle.
ResponderEliminarMe satisface haber venido. Ahora invito a mi blog y a que se apunte de seguidora en él. Un abrazo bloguero.