Cada vez que escucho alguna
conversación política estúpida en la mesa de al lado, cada vez que me monto en
un taxi de un analista político, cada vez que escucho un secreto de Estado en
boca de alguien insípido de la clase media caraqueña me acuerdo de Buenos
Aires. Me acuerdo de aquel pequeño café donde almorcé con mi mamá mientras dos
señores discutían quién había sido más trascendental, si los Beatles o los
Rolling Stone.
El señor uno decía que los
Beatles habían roto las fronteras de la música y de la técnica, que había un
antes y un después. El señor dos decía que los Rolling habían sido
revolucionarios, que se habían atrevido a fusionar, a mezclar ritmos como el
blues. El señor uno replicaba que Lenon había tenido otro nivel. El señor dos
respondía que los Beatles eran unos niños cursis, casi unos boludos, en cambio
los Rolling venían de abajo, de la realidad de la calle. Bueno, pues ese
contrapunteo siguió un buen rato, hasta que ambos concluyeron que lo mejor de
la música siempre empezó en Gran Bretaña, y pidieron otro café.
Por esos días iba a ser el primer
partido de Maradona como entrenador de la selección, todo estaba bastante mal y
el tema no tardó en llegar a la mesa de al lado. El señor uno decía que desde
los noventa la federación había hecho mierda el fútbol argentino, y que la iban
a terminar de cagar con Maradona de entrenador. El señor dos decía que Diego
era puro fútbol que había que darle una oportunidad, que nadie había amado esa
remera como “el diez”. El señor uno decía que era un pésimo ejemplo dejar que
Maradona fuera entrenador, que si los chicos por fin hacían algo bueno siempre
iba a quedar opacado, por las cosas buenas o por las malas de este personaje
nacional. El señor decía que habían sido cosas de juventud, que eso no quitaba
las grandes alegrías que Diego le había dado a la Argentina, que había que
olvidar un poco.
No sé si llegaron a alguna
conclusión, no sé si coincidieron en algo, porque terminé de comer y me fui. Me
subí a un taxi, y el taxista escuchaba Rolling Stone. La verdad es que Buenos
Aires no es el paraíso de lo correcto, tienen políticos ladrones, hay
corrupción rampante, y al final discuten y analizan lo mismo que nosotros, y
arreglan problemas que no pueden arreglar ellos, pero hay que reconocer que
tienen mucho estilo. Por eso quiero tanto a Fito cuando dice “mis amigos han
perdido de todo, pero nunca el estilo”.
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