lunes, 5 de septiembre de 2011

Yo tampoco entiendo que sigan votando por Chávez

Durante el paro petrolero de 2002-2003, salió en televisión un perfecto desconocido con unos vasitos de plástico que iba rellenando con agua; creo recordar que así ilustraba cómo funcionaba la industria petrolera. El señor se llamaba Juan Fernández –todavía hoy no tengo muy claro el cargo que tenía en PDVSA- y se convirtió en la esperanza del momento. Era muy usual escuchar opositores decir que debía lanzarse a presidente, que les encantaba el hombre, y que hablaba muy bien.

El fulano paro dura hasta nuestros días, porque ese señor que hablaba bellísimo no fue capaz de decir algo como hemos fracasado en nuestros objetivos, medimos mal la capacidad del contrincante, aceptamos nuestros errores, pedimos disculpas, o algo por el estilo. Ni él, ni nadie (tampoco era el único responsable) salió a dar explicaciones. Todos se fueron, dejaron miles de personas sin trabajo, y aquí no ha pasado nada.
En ese momento PDVSA era la quinta empresa petrolera del país, o por lo menos eso decían. Si todas las personas que se lanzaron al paro eran las responsables de semejante hazaña, asumo que no era tan difícil conseguirla.

En el año 2006, aun cuando según la oposición y las señoras tan finas, tan educadas y tan ellas, de Prados del Este, nadie en el país quería a Chávez, la oposición no tenía candidato para las elecciones presidenciales. Es sospechoso que para una elección que se ganaba tan fácil, para la que no había que hacer nada porque el descontento y la desilusión ya estaban acabando con el gobierno, no hubiese una lista de candidatos gigante, tomando en cuenta lo oportunistas que podemos llegar a ser en estas latitudes.

Entonces, sin primarias, sin encuestas, ni nada se determinó que el candidato sería Manuel Rosales. Hay que aceptar que el señor no la tenía fácil: tenía que luchar contra el abstencionismo sembrado en su mayoría por Acción Democrática y por varios periodistas de conocidos medios de comunicación que jugaban a la salida no democrática (y no me vengan con cuentos porque si uno no defiende el voto y dice que no vale la pena votar porque van a hacer trampa, es porque cree en otras “vías”). Por otro lado, tenía que luchar contra sí mismo, porque el señor no es el más coherente, no tiene el lenguaje más prolijo, es bastante desestructurado, y se estaba enfrentando a un peso pesado de la palabra, que puede hablar, improvisar, cantar y actuar cuando y donde quiera.

Todavía hoy existen personas que creen que Rosales en tres meses de campaña ganó las elecciones presidenciales, pero que hubo trampa. Lo que nos lleva a dos preguntas: ¿Por qué no hicieron la misma trampa en el referéndum del 2D? ¿Por qué no hicieron la misma trampa para no perder las gobernaciones de Miranda, Zulia, Carabobo, Táchira, y Lara?

Hay solo dos caminos, o dejan el cuento de la trampa, las captahuellas, el abstencionismo y si tiene cáncer o no, o dejen de preguntarse por qué hay gente que vota por Chávez.

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