viernes, 2 de febrero de 2018

Síndrome Uber


La rivalidad entre los taxistas formales y los nuevos conductores de servicios como Uber o Cabify no es nueva. De hecho, en varias ciudades del mundo se han hecho manifestaciones y protestas en contra de esta nueva opción de transporte. Los taxistas alegan que estas compañías evaden impuestos, que no obedecen a una normativa ni fiscal ni de gremio, y que pueden no ser muy seguras a la hora de usar su servicio.

Estas compañías aseguran que sus conductores están perfectamente preparados para el servicio que prestan, y en cuanto a la seguridad, dicen garantizar más la seguridad porque el pasajero puede evaluar al conductor y de eso dependen sus asignaciones futuras. De hecho, podemos convenir que un taxi tampoco es la panacea de la seguridad, puesto que un buen número de robos y violaciones a mujeres ocurren en taxis.


Lo que más molesta a los taxistas es que los conductores de Uber y Cabify no tienen que pagar el alto monto que pagan los “formales” por tener una licencia para trabajar. La licencia cuesta mucho más que el auto donde trasladan pasajeros, y en algunos casos incluso se heredan de padres a hijos, porque las licencias ni siquiera se han terminado de pagar.

Sin embargo, en lugar de denunciar esto, de luchar para que el tema de las licencias sea más justo o desaparezca, en lugar de usar Uber y Cabify como ejemplo de que lo único que se necesita para ser taxista es un auto, un GPS que funcione y una licencia que pruebe que sabes conducir, como la que tiene todo el mundo, los taxistas han tomado el camino vengativo, el camino de decirle al Estado “ya que me jodiste a mí, jódelos a ellos también”.

Ha habido hasta agresiones personales o quema de vehículos que algún taxista ha creído que trabajan con Uber, que es otra versión del mensaje: “si no los jodes tú, los jodo yo”. Porque en el fondo los taxistas están pidiendo control, están aceptando que el sistema es injusto, pero como ya lo conocen prefieren que se quede así.

Hay muchos ejemplos en los que la gente no pide una mejora de sus condiciones, lo que pide es que se empeoren las de otro. Casi nadie quiere pagar impuestos y hace todo lo que puede por evadirlos, pero cuando descubren que un rico no los paga se enardecen por su comportamiento.
En el deporte, sin ir más lejos, sucede a menudo que algunas personas disfrutan más la derrota del rival que la victoria de su equipo.

Por supuesto, para ese tipo de personas también hay un grupo de políticos que están deseosos de llegar al poder, y le dicen a los más vulnerables que ellos están mal porque otros están bien, y que su gran propuesta es joder a esos otros que son tan malos. El resultado es que los más vulnerables no mejoran gran cosa su vida, pero durante un tiempo les entra un fresquito al ver que los que estaban bien, ya no están tan bien como antes. Eche un vistazo a su alrededor, solo es cuestión de estar atento, y verá cuanta gente a su alrededor sufre el síndrome Uber.



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